El compositor esloveno Simon Šerc, nos platicó un poco sobre el arduo proceso de transformar las señales emitidas, desde las regiones más antiguas del cosmos, en intrigantes piezas sonoras.
No creo exagerar al afirmar -en nombre de todos- que el tema del cosmos es fascinante, incluso para quienes la inteligencia no nos alcanza para comprender cada concepto ni entender las intricadas maquinaciones que ponen todo en movimiento. Una manera romántica de ponerlo, es que nuestros cuerpos sienten nostalgia por su lugar de origen; después de todo, somos polvo de estrellas y átomos tratando de entenderse a sí mismos. No importa cuál sea la creencia por la que nos inclinemos, muchas apuntan a un origen -o un final- fuera de aquí. Pudiera ser que de ahí parta nuestra afinidad casi instintiva por las maravillas de lo que sucede más allá de la bóveda celeste.
Otro aspecto de nuestra vida diaria que también tiene un alcance casi universal -pero esta vez es debido a su origen tan humano- es la música. Esta tiene un poder indescriptible, independientemente del género -o géneros- de nuestra preferencia, y siempre encuentra la manera de incrustarse y enraizarse en lo más entrañable de nuestro ser. Tanto el cosmos como la música tienen la capacidad de hacernos sentir pequeños, pero no insignificantes; simplemente reafirman nuestra existencia, cada uno a su manera. A través de sus misterios, el cosmos nos sensibiliza haciéndonos más humildes al sabernos parte de un sistema más grande que nosotros, y por otro lado, la música nos enaltece como seres emocionales.
En el 2014, a raíz de la publicación de los resultados obtenidos por las investigaciones realizadas en la misión Planck, un compositor esloveno encontró la oportunidad perfecta para unir estas dos pasiones.
Simon Šerc ha estado involucrado en la escena musical de Eslovenia desde los 90s, con proyectos que siempre han estado inclinados hacia el lado más experimental de la electrónica. Desde sus inicios con PureH -una de sus más tempranas agrupaciones- Simon ya tenía muy claro el rumbo de la música que quería crear: piezas que pudiera reflejar tanto la belleza y misterio del cosmos, así como su parte aterradora. Esta última fue llevada a su extremo tras formar Cadlag, un proyecto decididamente más oscuro, que añadía drone y noise a la mezcla.
Aparte de tener contar con un perfil artístico, Šerc también posee dotes de pensamiento lógico (su trabajo fuera de lo musical es como programador) y eso -junto con su gran pasión por la física y la astronomía- lo ha ayudado ha recurrir a métodos poco usuales para la composición musical -o de arte sonoro-. Para su más reciente material, CMBR (de las siglas Cosmic Microwave Background Radiation), Simon trabajó con un software programado por él mismo, el cual tenía la labor de decodificar los resultados obtenidos por la misión Planck y transformarlos en sonidos a través de la aplicación de algoritmos que dictarían los movimientos de cada pieza. Esta información también se tradujo en imágenes que sirvieron como apoyo visual en las presentaciones de este trabajo.
Simon explica que esta labor le tomó dos años de estar traduciendo la información a sonido, escuchar el resultado y guardar lo que fuera más satisfactorio de esas horas y horas de sonidos crudos, para después editarlo y someterlo a post-producción. Durante ese intervalo de tiempo, Simon llegó a presentarse en algunos festivales (Sound Thought en Escocia y Videomedeja Media Installations en Serbia por mencionar algunos), procesando estos datos en directo.
Sin duda, habrá quienes no resulten tan impresionados con todo este proceso, pues, en materia de música experimental, los algoritmos y la traducción de fórmulas o conceptos matemáticos son recursos muy frecuentes al momento de la composición; sin embargo, lo que resulta fascinante de todo esta obra es la información con la que Simon trabajó: ninguna misión espacial es innecesaria ni menos impresionante, pero lo que la misión Planck logró captar (no me meteré en detalle pues sólo evidenciaría mi ignorancia) no fue lo que coloquialmente denominaríamos como cualquier cosa. En términos bastante simplistas (pues mi capacidad no da para más), las señales captadas por la nave Planck son emitidas por la Radiación de Fondo de Microondas, lo que significa que, al darle play a CMBR, estamos escuchando las primeras señales emitidas tras el Big Bang; el primer respiro del cosmos.
Esta placa es impresionante, hipnótica y tenebrosa. No es precisamente oscura, pero logra plasmar el contraste entre la inmensidad del universo y la absurda pequeñez de nuestra existencia bastante bien, haciendo que quien lo escuche, se sienta insignificante, envuelta/o en una oscuridad incomprensible. Cada pieza se siente gigantesca, impenetrable y lo suficientemente densa para tener su propio campo gravitacional. CMBR es una muestra fascinante de que la inspiración más allá de lo musical se puede encontrar en cualquier lado y que aún queda bastante por explorar en lo que concierne a métodos de composición.
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